Con la instalación de tres estaciones Motus en Alaska, crece la red continental para el monitoreo de aves migratorias en la costa del Pacífico

La migración anual de aves es uno de los espectáculos más asombrosos de la vida silvestre en Norteamérica. Altamente sensibles a las condiciones climáticas, grandes bandadas de aves dejan sus sitios de anidación en localidades frías de Canadá y los EE. UU. para emprender un largo viaje hacia el sur, en busca de clima templado, refugio y alimento. Más de un millón de estas aves recorren la costa del Pacífico por rutas aprendidas generación tras generación y se congregan en las costas y humedales del noroeste mexicano. 

Sin duda, la presencia de las aves migratorias en nuestra región es un indicador de las condiciones ambientales que tenemos y las posibles amenazas al ecosistema. De ahí que, para estudiar a fondo la migración de las aves en la costa del Pacífico, Pronatura Noroeste trabaja con diversas organizaciones, centros de investigación y gobiernos de varios países. Esto se lleva a cabo a través de una red de estaciones receptoras, llamadas estaciones Motus (término que en latín significa movimiento), instaladas en puntos estratégicos del continente. Cada estación tiene antenas que captan los desplazamientos de las aves, ya que algunas de ellas portan un pequeño radiolocalizador. Los datos se almacenan en un sistema de cómputo que se utiliza para fines de conservación. 

El registro de la migración de aves requiere de una amplia distribución de estaciones, las cuales manejan conservacionistas, manejadores de tierras y científicos de varios países. En el marco de este esfuerzo internacional, el pasado mes de mayo Julián García Walther, coordinador de la iniciativa Motus en Pronatura Noroeste y candidato doctoral por la Universidad de Carolina del Sur, participó en el proceso de instalación de tres estaciones Motus en la localidad de Beluga, en Alaska, junto con la Universidad de Carolina del Sur, The Nature Conservancy, Cordova Ranger District y Audubon. 

Cabe señalar que el monitoreo migratorio de las aves permite analizar la conectividad migratoria entre los ecosistemas del continente, la supervivencia y amenazas que afectan a las especies y su tendencia poblacional. 

Entre las especies que se contemplan en el monitoreo destaca el playero rojizo (Calidris canutus roselaari), un ave ampliamente conocida en nuestra región. Se trata de un ave de tamaño mediano, con patas cortas y plumaje rojizo con una mezcla en castaño, blanco y negro. El playero rojizo anida en el círculo polar ártico y en invierno viaja a los humedales del noroeste de México, donde se alimenta de moluscos, crustáceos e insectos. Otras especies de las que se lleva registro migratorio son el costurero de pico corto (Limnodromus griseus), el costurero de pico largo (Limnodromus scolopaceus) y el zarapito de pico recto (Limosa haemastica), entre muchas otras. 

Un hecho llamativo es que, al igual que sucede con las aves, los expertos en conservación emprenden a su vez largos viajes para realizar esta tarea. Como prueba de ello, en la colaboración del monitoreo de aves playeras participan expertos provenientes de México, Perú, Ecuador y los EE.UU. 

Asimismo, Julián García Walther colaboró en la captura de 102 ejemplares de Playero rojizo en Grays Harbor, Washington, para la colocación de transmisores satelitales. Esto servirá para estimar cuántas de estas aves usan los sitios de anidación y reproducción, así como sus movimientos en territorio mexicano y su viaje de regreso a Norteamérica. Para ello se utilizaron aerobotes y redes especialmente diseñadas para capturar a las aves y colocar en ellas el transmisor sin causarles ningún daño. Esta labor se realizó en coordinación con el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de Washington, la Oficina de Aves Migratorias de Alaska y el Servicio Forestal de los EE. UU.

Este viaje fue posible por el financiamiento de la Universidad de Carolina del Sur y el Servicio Forestal de los EE. UU. 

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