El crecimiento urbano se ha convertido en uno de los grandes problemas para la conservación de especies animales, porque limita sus espacios y reduce poblaciones.
Sin embargo, hay animales como el Ostrero Americano del Pacífico (Haematopus palliatus frazari), un ave prioritaria a nivel internacional y bajo la protección del Gobierno de México por estar en peligro de extinción, han podido aprovechar los cambios, e incluso, convertirlos en nuevos refugios, como ocurre en el corazón de la Bahía de Tóbari, al sur de Sonora, donde se ha identificado que las aves han tomado como santuario un grupo de 10 islas artificiales, construidas a partir del material de dragado en 2010 y conocidas como tarquinas.
Aquí, un grupo de científicos y conservacionistas está transformando la manera en que entendemos y protegemos esta especie clave a través de tecnología de punta como la Red Motus, que sirve para el seguimiento de aves con frecuencias de radio y radares GPS, logrando importantes hallazgos.
“Mientras las aves se mueven por el noroeste de México, estas estaciones capturan sus señales. Incluso podemos seguir sus migraciones por todo el continente gracias a esta red internacional”, explica Julián García Walther, coordinador de la red Motus en el noroeste de México y encargado del Laboratorio de Aves de Pronatura Noroeste.
“Descubrimos que estos ostreros no emigran, sino que permanecen todo el año en un solo lugar, como las tarquinas, que son islas artificiales creadas tras un dragado en 2010 en la Bahía de Tóbari”.
La Red Motus es uno de los instrumentos tecnológicos más importante para el monitoreo de distintas especies migratorias en el Noroeste de México, basado en un sistema de rastreo automatizado con ondas de radio, las cuales se captan con distintas antenas colocadas en estaciones sobre distintas regiones.
Esta tecnología permite conocer información sobre las rutas migratorias de aves, el tiempo que permanecen en descanso y los desafíos por el crecimiento urbano. Se usa de manera internacional por diversas organizaciones especializadas en la conservación y estudio de aves.
Este Día Internacional de la Madre Tierra, en Pronatura Noroeste destacamos la historia del Ostrero Americano del Pacífico en Bahía de Tóbari, pues es un claro ejemplo de cómo la ciencia, la tecnología y la voluntad de conservar pueden converger para crear esperanza, incluso en una isla artificial.
Descubren un refugio inesperado para el Ostrero
García Walther señala que desde 2024 se realiza un monitoreo del Ostrero mediante la Red Motus y también transmisores GPS para estudiar a las poblaciones residentes en tierra firme.
El proyecto no se limita únicamente al monitoreo migratorio, sino también a identificar las problemáticas que afectan el éxito reproductivo de la especie.
El punto de mayor interés son 10 islas artificiales que se crearon con el dragado de la Bahía de Tóbari, luego de que se modificara un terraplén en la zona.
Las islas resultaron ser un refugio inesperado, convirtiendo la bahía en el segundo santuario más importante para esta especie, solo por debajo de la bahía de Santa María, en Sinaloa, debido a que son ideales para la anidación de las aves.
Antes del proyecto no se sabía cuántos nidos se asentaban, tampoco cuántos polluelos ni el tamaño de la población que reside en el área.
Luis Francisco Mendoza, Líder de Sitio Bahía de Tóbari para Pronatura Noroeste y colaborador del Laboratorio de Aves de la Universidad Autónoma de Baja California Sur y colaborador de Pronatura Noroeste, asegura que antes de la creación de las islas se registraban apenas 15 parejas de ostreros en la bahía.
Hoy, a más de 10 años de ese dragado, se registran más de 660 aves habitando estas islas, lo que representa aproximadamente el 22% de la población total de esta subespecie. La mayoría utiliza estas islas para la reproducción, lo que ha explicado la diferencia entre el antes y después de la creación de estos sitios.
“El Ostrero Americano es una especie superespecializada. Solo se alimenta de ostras, y eso lo convierte en un indicador ecológico. Si conservamos su hábitat, también protegemos a otras diez especies que anidan en las mismas áreas, por lo que el Ostrero americano es considerado una especie paraguas dentro de la Bahía de Tóbari”, afirma Mendoza.
El nuevo reto para la conservación del Ostrero y su hábitat
Desde Pronatura Noroeste, hemos propuesto un programa de conservación y monitoreo permanente, que no solo beneficiaría a esta especie emblemática, sino que también aseguraría la salud del ecosistema costero en su conjunto.
El programa de conservación del ostrero ha identificado tiene dos grandes retos, uno a corto plazo es la depredación, la cual es la responsable del 80 por ciento del fracaso de los nidos; el segundo es el deterioro de las tarquinas por invasión de vegetación que reduce las áreas disponibles para anidar.
Es un reto a largo plazo, pues las islas, al ser estructuras artificiales, no cuentan con estatus legal de protección, lo que las deja vulnerables a cambios como erosión como ya sucede y por la ya se ha perdido un porcentaje significativo del área original, y por el otro lado, la destrucción humana.